1. Importancia de la alimentación como principal modulador de la microbiota intestinal
Cuando pensamos en los factores que pueden modificar nuestro ecosistema intestinal, podemos decir que son tan variados como ser la geografía (el lugar donde vivimos), la alimentación, el estilo de vida, el consumo de antibióticos, la forma de nacimiento, la genética del huésped y la edad, entre otros.
Desde el punto de vista de la ciencia, es creciente el interés por comprender cada vez mejor los mecanismos a través de los cuáles la dieta colabora en la modulación de la microbiota intestinal y cómo podemos traducirlos en iniciativas e indicaciones claras para promover la salud y prevenir enfermedades. Hay que considerar que los efectos de la dieta comienzan desde el nacimiento y dependen en gran medida del tipo de alimentación recibida a lo largo de la vida.
Aunque la dinámica y las actividades de los microorganismos intestinales pueden estar impulsadas por una serie de factores; cada vez es más evidente que la alimentación tiene un rol prioritario y un papel dominante, influyendo fuertemente en la configuración de la composición y la actividad del microbioma intestinal. Sus diferentes componentes como ser el contenido de macronutrientes (carbohidratos, proteínas y grasas) y micronutrientes (vitaminas y minerales) pueden alterar significativamente las funciones gastrointestinales (Santos Aleman y col. 2023), lo que a su vez tiene un impacto tanto a nivel de la salud del intestino como de la salud general.
Para comprender aún más a nuestros microorganismos intestinales, una de las funciones principales, es complementar las funciones humanas y proveernos un marcado aumento de nuestra capacidad metabólica, particularmente con lo que respecta a degradar los carbohidratos complejos (fibra alimentaria) aportados por los alimentos que consumimos. Como es sabido, en respuesta a esa actividad fermentativa, un amplio rango de metabolitos son producidos a nivel intestinal y pueden impactar en nuestra salud. Algunos ejemplos son: ácidos grasos de cadena corta, vitaminas, flavonoides, entre otros (Duncan y col. 2023).
Estos microorganismos intestinales presentes en el colon se alimentan de diferentes fuentes de energía disponible, que dependen en gran medida del tipo y disponibilidad de compuestos dietéticos provenientes de los alimentos que ingerimos que no han sido digeridos en el tracto gastrointestinal superior (intestino delgado). Los compuestos dietéticos que están disponibles para su utilización por la microbiota colónica incluyen una variedad de componentes: los carbohidratos no digeribles, el almidón resistente, los oligosacáridos, las proteínas, entre otros (Duncan y col. 2023).
Es sabido que los cambios en la dieta podrían alterar nuestra microbiota intestinal y es marcado el creciente interés por comprender precisamente cómo la alimentación puede influir en la composición y funcionalidad de la microbiota. Contamos con estudios de investigación en humanos que proporcionan evidencia de este impacto no solo en períodos largos de tiempo, si no en intervalos de tiempo relativamente cortos (Singh y col. 2017). También hay que considerar que ciertas especies microbianas responden más a la dieta que otros miembros más generalistas de la microbiota (Duncan col. 2023).
Es importante destacar que como mencionamos anteriormente los diferentes componentes de la dieta pueden producir marcados cambios en la microbiota intestinal, pero estos cambios dependen en gran medida de la composición inicial individual del ecosistema intestinal (Walker y col. 2011). Asimismo, esta gran variabilidad interindividual en relación a la respuesta a los diferentes tipos de dieta, depende de una amplia gama de factores, que incluyen además la genética, la edad, el estado nutricional y otros aspectos del estilo de vida (ILSI Europe 2022).
El tipo de relación que mantenemos con nuestros microorganismos es crucial y mutualista, relación que puede verse alterada por nuestros hábitos dietéticos. Los humanos alojamos a estos microorganismos brindándoles diferentes fuentes de energía, y ellos, nos proveen de innumerables beneficios, adaptando su composición a los diferentes componentes dietarios recibidos.
Aunque al momento no está del todo claro si los cambios en la composición de la microbiota son causa o consecuencia de una enfermedad determinada, se ha demostrado asociación entre la riqueza y diversidad de la microbiota intestinal y la salud (Rinninella y col. 2019). La diversidad de microorganismos es uno de los parámetros más representativos a considerar ya que se relaciona con un ecosistema más resistente y resiliente. Para comprenderlo mejor, cada tipo de bacteria tiene sus propias funciones que a menudo son complementarias. Contar con una alta variedad de especies bacterianas diferentes puede ser considerado un indicador de salud y bienestar. Además, lograr una buena diversidad nos protegerá frente a diferentes condiciones en relación a nuestro sistema digestivo, inmune (defensas) y metabólico. En contraposición, una microbiota intestinal poco diversa se asocia a: enfermedades cardiovasculares, cáncer, enfermedades respiratorias crónicas y diabetes, y es más habitual en personas mayores.
En ese sentido los componentes de los alimentos y los hábitos alimentarios tienen un impacto considerable, influyendo en la composición del microbioma intestinal en términos de riqueza y diversidad de microorganismos. De esta manera podemos decir que es evidente el potencial impacto y la relación entre la dieta, la microbiota y el estado de salud.
La microbiota intestinal es considerada uno de los elementos clave que contribuye a la salud del huésped y pareciera ser indudable que los efectos beneficiosos y perjudiciales para la salud de las diferentes dietas, están mediados por ella. La manera de alimentarnos afecta nuestra salud y es una herramienta validada por la ciencia, de gran impacto en la etiología de las enfermedades crónicas no transmisibles que han alcanzado proporciones epidémicas a nivel mundial.
En síntesis, resulta destacable el rol que puedan ejercer los educadores, los profesionales de la salud y las políticas de estado en promover una alimentación de calidad, variada y saludable. Resulta crucial y un gran desafío identificar cuáles son los alimentos y patrones dietéticos que promueven la salud o son perjudiciales y traducir esta evidencia en pautas dietéticas concretas.