1. Introducción
Existe un mundo de microbios invisible a los ojos que está literalmente delante de nuestras narices, y en todas partes de nuestro cuerpo.
Nos puede resultar fácil pensar que todos los microbios son perjudiciales, especialmente para los niños más pequeños, pero la ciencia nos ha demostrado lo contrario (NIH 2012).
La microbiota intestinal (MI), que antes se conocía, casi despectivamente, como la flora intestinal, fue ignorada durante mucho tiempo (O´Hara y col 2006). Hoy sabemos que cumple múltiples funciones que potencialmente condicionan nuestra salud (Zhang 2015 y cols).
Estamos siendo protagonistas de una revolución en nuestro conocimiento sobre el microbioma humano. Hace poco más de una década, se sabía muy poco sobre el catálogo de microbios que habitan en distintas partes del cuerpo humano, cómo se agrupan en comunidades de distintos niveles de complejidad y cómo se relacionan con los microbiomas de otras especies (Qin y cols. 2010).
Los recientes avances en la tecnología de recolección y análisis de datos de secuencias de ADN hacen que estas cuestiones sean accesibles por primera vez en la historia de la humanidad (Almeida y cols. 2020).
La realidad si bien parece ser más compleja, resulta mucho más interesante. Al parecer, para gozar de buena salud necesitamos microbios que nos programen. Y no cualquier tipo de microbios; sino determinados microbios con la combinación exacta. Tenemos mejores chances de tener una vida sana si contamos con los microbios con los que nos hemos adaptado para coexistir durante la evolución del hombre (Davenport 2017).
Hoy sabemos, entre otras cosas, que compartimos la vida con un órgano que pesa 2 kg, contiene trillones de bacterias, hongos, virus etc, y que funciona como varios órganos al mismo tiempo (Rowland 2018).
La microbiota intestinal reside en el tracto gastrointestinal humano, donde desempeña un importante papel en el mantenimiento de la salud del huésped. Los recientes avances en los métodos de secuenciación de nueva generación han revelado la relación entre la disbiosis (desequilibrio de la microbiota intestinal normal) y varias enfermedades, ya que este desequilibrio puede alterar la relación simbiótica entre el huésped y los microbios asociados.
El establecimiento de la microbiota intestinal comienza en el útero o justo después del nacimiento, y su composición cambia drásticamente, hasta los 3 años de edad, donde adquiere una composición similar a la adulta. Dado que la disbiosis durante la infancia puede persistir hasta la edad adulta, es crucial adquirir una microbiota intestinal equilibrada en la niñez. Por ello, los estudios actuales se han centrado en los factores que afectan a la microbiota intestinal en los primeros 1000 días de vida(Akagawa y cols, 2021).
El microbioma intestinal humano es dinámico, es decir, está en constante cambio, está condicionado por múltiples factores y se ha demostrado que desempeña un papel importante en la salud humana. Varios estudios han demostrado que existe una relación entre las alteraciones de la composición del microbioma intestinal y diversas enfermedades gastrointestinales y no gastrointestinales tanto en niños como en adultos. (Hou y cols. 2022). Estos cambios en la composición del microbioma (conocidos como disbiosis) y su relación con la salud y la enfermedad han suscitado un mayor interés por la compleja comunidad microbiana del intestino (Radjabzadeh, 2020)