2. Patrones de alimentación Occidental versus Mediterráneo y su impacto en el microbioma intestinal
Se entiende por patrón alimentario a los hábitos cotidianos que se dan en poblaciones o culturas dadas, siendo influenciados por estilos de vida no solo relacionados con la ingesta de alimentos si no también aquellos como la actividad física, estrés, etc., además de la economía de los sectores, recursos alimentarios disponibles, geografía, costumbres y cultura, entre otros factores (Elizabeth M Cespedes y col. 2015).
La conexión que existe entre la microbiota intestinal, la salud y la enfermedad, al mismo tiempo se relaciona con diferentes patrones alimentarios. Hay que considerar que las bacterias intestinales se especializan en la fermentación (degradación) de diferentes sustratos, por lo que los diferentes tipos de dieta pueden proporcionar una gama de factores promotores o inhibidores del crecimiento de diferentes filos bacterianos específicos (Carlos Alberto Padrón Pereira 2019).
A continuación, analizaremos el papel de la dieta como componente de los patrones alimentarios de la dieta occidental y la dieta mediterránea y su impacto en la microbiota intestinal, entendiendo que los hábitos alimentarios son el resultado de una mezcla específica de cantidades de micro y macronutrientes suministrados de forma continua a nuestro ecosistema intestinal (Rinninella y col. 2019).
Como se ha demostrado en diversos trabajos de investigación, los hábitos de alimentación de diferentes países y culturas correlacionan con diferencias en la composición del micorbioma intestinal (Santos Aleman y col. 2023). La dieta y el estilo de vida moderna, entre otros, ha contribuido fuertemente a generar un cambio en los patrones de colonización microbianos alterando la composición del ecosistema intestinal.
A pesar de los desafíos en la realización de estudios nutricionales, una variedad de rigurosos estudios prospectivos de cohortes y estudios aleatorizados y controlados han brindado una validación sólida para las características distintivas de una alimentación saludable: por ejemplo, los beneficios de las verduras, las frutas y los granos integrales, y los efectos perjudiciales de los alimentos ultraprocesados. Sin embargo, todavía existen muchas controversias sobre lo que constituye una dieta saludable (Armet y col 2022).
Según diversas investigaciones, un aumento en el consumo de fibras típicamente resulta en una producción elevada de ácidos grasos de cadena corta (AGCC) que podría ser beneficioso para la salud regulando numerosas vías metabólicas en el intestino y a distancia como el hígado, el tejido adiposo, los músculos y el cerebro (Willem M de Vos y col 2022). Asimismo, se han descubierto muchos de los mecanismos moleculares por los cuales una dieta enriquecida en fibras dietéticas fermentables (por ejemplo: prebióticos) puede disminuir la ganancia de peso, el desarrollo de masa grasa, la resistencia a la insulina y el consumo de energía (Willem M de Vos y col 2022).
Cuando uno compara los hábitos alimentarios de la vida modera en relación a los ancestrales, es destacable que las dietas ancestrales se caracterizaban por contener más plantas, mayor aporte de fibra y menor contenido de carbohidratos refinados como el azúcar (Konner y col. 2010).
Para comprender mejor las diferencias entre los distintos patrones alimentarios y su relación con la salud, cabe destacar que los alimentos de plantas integrales son la única fuente natural relevante de fibras dietéticas (como verduras, frutas, granos integrales, legumbres y frutos secos) en contraposición de los alimentos industrializados que suelen contener agregados de azúcar, sal o grasas de mala calidad (Armet y col.2022). Otro de los componentes beneficiosos clave, además de la fibra alimentaria, de las plantas, son los fitoquímicos que también serán analizados más adelante.
Dieta occidental (WD, por sus siglas en inglés)
Un claro testimonio de los profundos efectos de la dieta en la salud humana es el aumento constante de enfermedades crónicas en poblaciones no industrializadas que hacen la transición a una dieta de estilo occidental (Armet y col 2022). Este patrón alimentario enriquecido en grasas totales, proteínas animales y alimentos refinados como azúcares, acompañado de un bajo aporte de alimentos frescos (frutas, verduras, cereales de grano entero), un consumo excesivo de carnes rojas y bebidas azucaradas es elegido por muchas personas en los países desarrollados y cada vez más en países en desarrollo.
Es notoria la gran cantidad de investigaciones que respalda la hipótesis de que la WD, al causar disbiosis en la composición de la microbiota intestinal, se asocia a obesidad y enfermedades metabólicas (Rinninella y col. 2019). Por otro lado, los casos de hiperpermeabilidad intestinal suelen localizarse en países de cultura occidental donde predomina una alimentación rica en grasas y carbohidratos refinados (Santos Aleman y col. 2023). Asimismo, el consumo de dietas ricas en proteínas y grasas animales puede dar lugar a la formación de productos microbianos potencialmente nocivos, incluidos los compuestos nitrosos, el sulfuro de hidrógeno y la trimetilamina (Duncan y col. 2023).
Cabe aclarar que, a pesar del beneficio aportado por el consumo de una adecuada cantidad y variedad de plantas, su ingesta en países industrializados se encuentra consistentemente por debajo de lo que se recomienda, a expensas del mayor consumo de alimentos empaquetados con diferente grado de procesamiento que pueden contener alta cantidad de azúcares refinados, sal y aditivos como los edulcorantes no calóricos y los emulsionantes (Armet y col.2022).
David y col. 2014, por ejemplo, demostraron que el cambio de una dieta basada en plantas a una rica en grasas y proteínas animales condujo a una reducción significativa de las especies de Firmicutes y un aumento de las especies de Bacteroides.
Por otro lado, la alta proporción de ácidos grasos poliinsaturados omega-6 (presente en aceites vegetales) por sobre los omega-3, (situación que suele reflejarse en la WD), se ha relacionado con una mayor permeabilidad de la barrera intestinal y endotoxemia metabólica a través de un mecanismo impulsado por la microbiota intestinal. Restaurar esta proporción hacia una absorción importante de ácidos grasos poliinsaturados omega-3 (presentes por ejemplo en pescados de mar) podría mejorar la composición de la microbiota intestinal y, en consecuencia, reducir la endotoxemia metabólica una de las causas de la inflamación sistémica de bajo grado (Bibbó y col. 2016).
Dieta Mediterránea (DM)
Este patrón alimentario típico de los habitantes de la cuenca mediterránea considera el consumo de verduras, frutas, cereales integrales, legumbres, frutos secos, aceite de oliva y alimentos fermentados como alimentos básicos, la ingesta moderada de pescado, aves, huevos y productos lácteos, y la limitación de la ingesta de carnes rojas y procesadas y alimentos procesados (Davis y col. 2015). Respecto a los nutrientes se basa en el aporte regular de ácidos grasos poliinsaturados y monoinsaturados, polifenoles y otros antioxidantes, una alta ingesta de fibra prebiótica, carbohidratos de bajo índice glucémico, y un mayor consumo de proteínas de origen vegetal (como es el caso de las legumbres), en relación con las proteínas animales (Rinninella y col. 2019).
Podemos decir que el modelo de dieta mediterránea tradicional combina muchos de los grupos de alimentos mencionados anteriormente, además del aporte de microorganismos vivos, que tienen efectos favorables en las interacciones huésped-microbio (Armet y col.2022), además, se vincula con la reducción del riesgo de mortalidad, la prevención de enfermedades como las cardiovasculares, la diabetes, el síndrome metabólico, el deterioro cognitivo y la depresión (Rinninella y col. 2019).
Respecto al impacto en el ecosistema intestinal, una mayor relación de Firmicutes a Bacteroidetes se relacionó con una menor adherencia a la DM (García Mantrana y col. 2018). Además, los recuentos más altos de bifidobacterias y de AGCC se relacionaron con un mayor consumo de alimentos del reino vegetal (proteínas vegetales derivadas por ejemplo de las legumbres y polisacáridos) con el consecuente beneficios para la salud intestinal y global. Por otro lado, la DM se asoció con mejoras en la diversidad y riqueza de la microbiota intestinal (Mitsou y col. 2017).
Existe evidencia robusta que demuestra el vínculo entre este patrón de alimentación y sus beneficios para la salud mediados por su impacto en la microbiota intestinal. En ese sentido resulta propicio adaptar a los gustos y hábito y promover el consumo de los alimentos reflejados en el modelo visual de la DM que se comparte a continuación.
Modelo visual Pirámide de la Dieta Mediterránea. Fuente: Fundación Dieta Mediterránea
Repensar los hábitos alimentarios saludables a la luz del microbioma intestinal: Fibra Dietética, Variedad y estacionalidad.
Cuando pensamos en los grandes desafíos respecto a recomendaciones nutricionales, uno de ellos, es lograr cumplir con el consumo diario de fibra dietética y la variedad de alimentos.
Cabe aclarar que mejorar la calidad de dieta de la población implica asegurar cantidad y diversificar el consumo de alimentos protectores como las legumbres, los cereales integrales, las hortalizas no feculentas (donde se incluyen a todas menos aquellas con alto aporte de almidón como la papa), las frutas y los lácteos (Britos 2023). El patrón alimentario argentino se caracteriza por su concentración en pocos alimentos (80 % de la energía proviene de no más de 40 productos), con una ingesta de alimentos protectores (a promover) inferior a las recomendaciones, particularmente en poblaciones de menores ingresos (Gómez y col 2022).
Un artículo reciente también resalta la importancia de mejorar la diversidad de la dieta, que es baja en más de la mitad de la población urbana argentina (Gómez y col 2022). Hay que destacar que una dieta variada y de calidad se asocia a una mayor probabilidad de incorporar micronutrientes esenciales y esto a su vez, como mencionamos, se correlaciona con una mayor diversidad de microrganismos de la microbiota intestinal. Se considera una dieta de buena calidad nutricional a aquella que aporta alimentos variados que permiten satisfacer las necesidades nutricionales de la población, impactando directamente sobre todos los parámetros de salud y bienestar.
Asimismo, recientemente se ha evaluado la calidad y la diversidad de la dieta en 8 países de América Latina, encontrándose que Argentina presenta uno de los indicadores más bajos de la región (Gómez y col. 2019), informando el menor consumo de pescado y de fibra dietética (10,89 ± 3,36 g de fibra/d), así como el segundo menor consumo de nueces y semillas. También, se mostró un muy bajo consumo de legumbres, siendo, por ejemplo, 41 veces menor que el de Costa Rica (Gómez y col. 2019). Adicionalmente, fue el mayor consumidor de carnes rojas no procesadas y de energía derivada de grasas trans (grasas comúnmente utilizadas en los productos industrializados), y el primer consumidor de bebidas azucaradas, colesterol y energía derivada de grasas saturadas (de origen animal). Así también, se ha observado que la Argentina posee la dieta menos diversa de la región en las mujeres en edad reproductiva (Gómez y col. 2019).
Según el análisis, en relación con la calidad de la dieta de la población argentina de 1 a 69 años, las legumbres (porotos, garbanzos, lentejas), los granos y cereales integrales (como el trigo y arroz integral, entre otros), las hortalizas no feculentas, las frutas y los lácteos (leche, yogur, quesos) presentaron las mayores brechas respecto a la calidad nutricional en relación con el estándar (Britos 2023).
En términos generales, el consumo de hortalizas no feculentas, legumbres y frutas es muy inferior a lo propuesto en las Guías Alimentarias para la Población Argentina (GAPA), que promueven un patrón de alimentación saludable (Britos 2021).
Reafirmando aún más esta situación alimentaria argentina, los resultados obtenidos en la última encuesta nacional de nutrición y salud realizada en 2018-2019 también reflejan esta brecha respecto a la calidad de la alimentación. Por citar algunos ejemplos concretos, bajo consumo de frutas, verduras y de lácteos (ENNYS 2 2019).
El proyecto de investigación denominado “American Gut”, el estudio más grande publicado hasta la fecha sobre el microbioma humano encontró que las personas que comían regularmente más de 30 tipos diferentes de alimentos vegetales cada semana (entre variedad de frutas, verduras, granos, legumbres, nueces y semillas) tenían un microbioma significativamente más diverso que aquellos que comían 10 o menos alimentos vegetales diferentes a la semana (American Gut 2018).
Algunas de las estrategias que pueden favorecer el consumo de plantas y promover una diversidad adecuada, incluyen:
- Cumplir con las recomendaciones establecidas en las Guías Alimentarias del país de referencia. En el caso de Argentina utilizar el recurso de las GAPA que detallan de manera simple los requisitos de un patrón saludable a través del modelo visual que se comparte debajo (Gráfica de la Alimentación Saludable) y mensajes concretos sobre cómo alcanzar la variedad de alimentos, la forma de incluir un mínimo de 5 porciones de frutas y verduras al día, la necesidad de consumir diariamente lácteos (entre ellos yogur y quesos como aporte de microorganismos vivos), favorecer la incorporación frecuente de legumbres y cereales preferentemente integrales, entre otros. El modelo visual que encuentra a continuación resulta un material útil para espacios donde se realice educación alimentaria.
Gráfica de la Alimentación Saludable. GAPA.
- Elegir frutas y verduras de estación y de colores variados, los alimentos de estación resultan más accesibles y de mejor calidad nutricional.
- Conocer el punto de partida de cada persona, para entender cuáles son las oportunidades de mejora. Una alternativa es encontrar la manera de registrar y contar cuántos alimentos de origen vegetal diferente se están consumiendo en 1 semana (entre las diferentes variedades de frutas, verduras, legumbres, semillas, cereales) y a partir de allí plantear metas alcanzables tendientes a mejorar gradualmente esa cantidad inicial.
- Incluir una opción de fruta o verdura en cada una de las comidas (desayuno, almuerzo, merienda, cena) ya que a lo largo del día la mayor parte de la alimentación debería estar compuesta por estos alimentos. A modo de referencia sería adecuado consumir al menos medio plato de verduras en el almuerzo, medio plato en la cena y 2 o 3 frutas por día.
Elegir alimentos fuente de fibra dietética (como es el caso de los alimentos del reino vegetal) conlleva a la elección de alimentos de mayor calidad nutricional, resultando ser un reemplazo adecuado del consumo frecuente de alimentos industrializados, muchas veces desprovistos de este nutriente esencial.
Desde el punto de vista nutricional y educativo, representa un gran desafío poder contar con guías alimentarias que incluyan recomendaciones precisas sobre cómo cuidar y promover un microbioma saludable. En relación a las guías alimentarias a nivel mundial, salvo algunas excepciones como es el caso de las Guías Alimentarias para Sudáfrica 2012 y las Guías Alimentarias para Americanos 2020-2025, estos documentos no hacen mención alguna a la microbiota intestinal y a las recomendaciones asociadas para favorecer este ecosistema intestinal (Armet y col 2022).