1. El desafío de comer bien, ¿es igual para todos?
El comer implica un entramado de procesos que difieren según el lugar geográfico, el momento histórico, político, personal del comensal y su grupo de referencia.
La forma en que se sirven los alimentos, se seleccionan, se preparan, se combinan, se cocinan; es el resultado de años de práctica culinaria que caracterizan a una región. Y constituyen para el docente o equipo de salud el punto de partida para poder diseñar intervenciones y recomendaciones adecuadas.
Como se ha mencionado en capítulos anteriores, no existen en general alimentos buenos y malos, sino con alta calidad de nutrientes o con menor calidad. El objetivo actual orienta a que la persona, siga un patrón alimentario saludable.
Tener la posibilidad geográfica, económica de comprar alimentos frescos, facilita poder incluirlos diariamente.
La inasequibilidad de una dieta saludable está asociada a la prevalencia de hambre, la prevalencia de retraso del crecimiento en niños y niñas menores de cinco años y la prevalencia de anemia en mujeres de 15 a 49 años. (FAO, FIDA, OPS, WFP y UNICEF. 2023).
En un entorno de oferta alimentaria con énfasis en lo comercial, que utiliza la publicidad para marcar el prestigio social y la pertenencia a través del consumo de productos con alta palatabilidad, de menor costo, de mayor durabilidad; implica reconocer que la decisión acerca de qué comer, no es solo del individuo, sino del sistema. La Ley 27.642 de Promoción de la Alimentación Saludable, tiene como objetivos garantizar al consumidor el derecho a la salud y a una alimentación adecuada a través de la promoción de una alimentación saludable, brindando información nutricional simple y comprensible de los alimentos envasados y bebidas analcohólicas, para promover la toma de decisiones informadas. El etiquetado frontal busca advertir sobre los excesos de componentes como azúcares, sodio, grasas saturadas, grasas totales y calorías, como medio para prevenir la malnutrición y la reducción de enfermedades crónicas no transmisibles.
Comer saludable puede verse afectado por múltiples factores:
✔ Falta de tiempo para dedicarle a la cocina, las compras, la preparación, la cocción, la imposibilidad de comer en grupo o en familia.
✔ Presión de la industria a alimentaria, con la publicidad, las inversiones que realizan para promover la venta de productos, que en general tienen una alta densidad de nutrientes críticos.
✔ Facilidad de acceder a información alimentaria en redes sociales, en sitios de baja calidad de información, sin responsabilidad acerca del impacto individual y social de las propuestas.
✔ Pérdida de valor del rol de quien cocina en casa y se dedica a la cocina en todo su proceso, desde la compra, el almacenamiento, la preparación, el servicio del plato.
En comunidades vulneradas los escenarios de hambre y malnutrición son frecuentes, con familias que no alcanzan a cubrir la cantidad de alimentos necesarios conforme a la edad, condiciones de salud y ocupación.
El problema se agudiza cuando se advierte que el desarrollo de niños y niñas no está garantizado a causa de una inadecuada nutrición y educación nutricional.
Muchas familias están expuestas a dietas de baja calidad nutricional, alta densidad calórica, bajo consumo de frutas y verduras, favoreciendo la carencia de fibras, vitaminas y minerales, que facilitan las enfermedades. La malnutrición en todas sus formas (incluyendo el sobrepeso y la obesidad) constituye uno de los principales factores de riesgo determinantes de las Enfermedades Crónicas No Transmisibles (ECNT) como las enfermedades cardiovasculares, diabetes, cáncer, entre otras, que constituyen en la actualidad el 73% de las muertes en la República Argentina. (Ministerio de Salud y Desarrollo Social. 2019)
A su vez, cuentan con insuficientes herramientas para modificar esta situación y producir un cambio positivo.
El recurrir a comedores comunitarios o espacios de educación como medio para lograr el plato de comida diario, por una parte, ha dado respuestas a una situación de emergencia, pero, por otro lado, contribuye a atenuar el valor de comer juntos en familia.
Seguir un patrón alimentario saludable, puede ser un desafío, ya que requiere de muchas decisiones diarias que implican, reflexionar acerca de los propios hábitos y la cultura y contrastarlos con las recomendaciones, por ejemplo, de la GAPA (Guía Alimentaria para la Población Argentina).
Si a este proceso se suman otros factores como la falta de disponibilidad de alimentos debido a razones sociales, económicas, educativas; el poder reflexionar y tomar buenas decisiones alimentarias se obstaculiza aún más.
El cambio de compartimento alimentario es desafiante para todas las personas, pero cuando se limitan las opciones de consumo de alimentos saludables, por razones que no se pueden resolver desde la perspectiva individual o familiar, entra en juego el estado y la sociedad.
El problema, ya no es de índole personal exclusivamente, sino también social y político.