1. Introducción

Las enfermedades crónicas, no transmisibles (ENT) son la principal causa de muerte y discapacidad en el mundo ⁽ⁱ⁾. Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS) el término enfermedades no transmisibles se refiere a un grupo de enfermedades que no son causadas principalmente por una infección aguda, dan como resultado consecuencias para la salud a largo plazo y con frecuencia crean una necesidad de cuidados preventivos o tratamiento a largo plazo.

Los principales tipos de ENT son las enfermedades cardiovasculares (como los infartos de miocardio, la hipertensión arterial y los accidentes cerebrovasculares), los cánceres, las enfermedades respiratorias crónicas (como la enfermedad pulmonar obstructiva crónica y el asma), la obesidad y la diabetes ⁽ⁱⁱ⁾.  

Las ENT afectan a personas de todos los grupos de edad, regiones y países, siendo de manera desproporcionada en los habitantes de los países de ingresos bajos y medianos, donde las personas están en mayor situación de riesgo.  

Estas enfermedades se ven propiciadas por factores como la rápida urbanización no planificada, la generalización de modos de vida poco saludables y el envejecimiento de la población.  

Además, las ENT presentan en común importantes factores de riesgo comportamentales modificables, como el consumo de tabaco, una dieta malsana, la falta de actividad física y el uso nocivo del alcohol, que a su vez causan sobrepeso y obesidad, aumento de la tensión arterial elevada y del colesterol y, finalmente, la enfermedad. Todos estos factores, en forma conjunta con los factores genéticos, no generan el ambiente propicio para la promoción de la salud, y menos aún para su prevención a largo plazo.  

Desde el punto de vista socioeconómico las ENT tienen gran impacto en la economía de un país, y esto se debe fundamentalmente a los gastos en la atención de salud, los costos para el cuidador y la perdida de la productividad en el trabajo. Por eso se prevé que el rápido aumento de estas enfermedades entorpezca las iniciativas de reducción de la pobreza en los países de ingresos bajos y el freno de su desarrollo.

Una forma importante de controlar las ENT es centrarse en reducir los factores de riesgo modificables asociados a esas enfermedades. La identificación y conocimiento de los mismos permiten su prevención, siendo este uno de los pasos principales para poder actuar anticipadamente y modificar su prevalencia a nivel mundial.  

La implementación de hábitos de vida cardiosaludables, tales como llevar a cabo una alimentación variada y equilibrada en cantidad y calidad de alimentos de acuerdo a las necesidades individuales, practicar de modo regular ejercicio físico en función de las posibilidades de cada persona, a intensidad moderada, de 3 a 5 días por semana, abandonar los hábitos tóxicos (exceso de alcohol y tabaco), así como aprender a seguir un ritmo de vida más relajado, evitando en la medida de lo posible el estrés, parecen componer una fórmula muy aceptable para toda la población. 

Tanto la Organización Mundial de la Salud como la OPS ⁽ⁱⁱⁱ⁾ promueven la sensibilización y la comprensión política y pública sobre la carga de las ENT más comunes y sus factores de riesgo relacionados, y dirige esfuerzos estratégicos de colaboración multisectoriales y de múltiples partes interesadas para promover y proteger la salud a través de políticas públicas, programas y servicios de manera tal de reducir los riesgos y carga de la enfermedad y contribuir a mejorar el bienestar físico, mental y social de la población. 

Las ENT siguen planteando un importante desafío de salud pública en todos los países. En Argentina, según las Estimaciones Mundiales de Salud de 2019 de la Organización Mundial de la Salud ^(iv) y la División de Población de las Naciones Unidas en su revisión de 2019 ^(v), se reporta el 77% de muertes en la población por ENT y el 16% de riesgo de muerte prematura por las ENT principales.  

A su vez, según el Monitoreo de los avances en relación con las enfermedades no transmisibles 2022 ^(vi), en cuanto a las medidas recomendadas para reducir las dietas malsanas, se ha logrado plenamente la implementación de políticas sobre los ácidos grasos saturados y las grasas trans y en forma parcial políticas sobre la sal y el sodio. Sin embargo, no se ha logrado implementar restricciones a la promoción dirigida a los niños y restricciones a la comercialización de sucedáneos de la leche materna.