3. Impacto de la Nutrición sobre el Riesgo Cardiometabólico
La Ciencia de la Nutrición vive actualmente una etapa apasionante, aunque confusa, por la velocidad con que surgen hallazgos que en algunos casos parecerían apoyar la idea de que es posible la curación por medio de la alimentación.
En el contexto de la medicina basada en la evidencia, los avances sobre las funciones de los nutrientes presentes en determinados alimentos se incrementan y diversifican día a día, lo que a corto plazo tal vez permita considerar que dichos alimentos se comporten, en alguna medida, como alimentos funcionales.
El posible efecto funcional será significativo o nulo en función del patrón alimentario o hábitos alimenticios de la población a quien vaya dirigido. Los diferentes estilos de vida, la falta de tiempo para cocinar, la enorme oferta de alimentos o determinados hábitos alimenticios hacen difícil la toma de decisiones adecuadas, y ello conduce a que muchas personas no sigan una alimentación equilibrada y, por tanto, no ingieran todos los nutrientes que necesitan o las cantidades adecuadas. Además, hay determinados grupos de riesgo o situaciones especiales de los individuos en las que puede ser necesario su aporte extra (niños, embarazadas, mujeres que amamantan, adultos mayores, etc.).
Información complementaria
GLOSARIO
La mayoría de las ENT están relacionadas directamente con la nutrición y podrían prevenirse con una alimentación adecuada.
En este contexto, los conceptos básicos de nutrición están experimentando cambios significativos. La idea tradicional de “nutrición adecuada” en el sentido de aportar los nutrientes suficientes que aseguren la supervivencia de un individuo, satisfacer sus necesidades metabólicas, y complacer placenteramente su sensación de hambre y bienestar, está siendo sustituida por el de “nutrición óptima”, acentuándose el énfasis en la potencialidad de los alimentos para la promoción de la salud, mejorar el bienestar y reducir el riesgo de enfermedades (viii).
Dentro de las ENT, las enfermedades cardiometabólicas como la diabetes, obesidad, sobrepeso e hipertensión arterial se consideran de riesgo porque pueden ocasionar complicaciones a nivel cardiovascular y arterias periféricas.
El estudio de los 7 países (ix) llevado a cabo hace tiempo atrás en Japón, Grecia, Italia, Yugoslavia, Finlandia, Estados Unidos y Holanda, aporta evidencias científicas sobre la correlación entre la ingesta de grasas saturadas, el nivel plasmático de colesterol y la mortalidad coronaria, así como el consumo de ácidos grasos insaturados disminuye el riesgo de padecer obstrucciones cardiovasculares.
Se vio como en la población del norte de Europa (Finlandia y Holanda) y Estados Unidos, la ingesta de cantidades elevadas de ácidos grasos saturados hace que el riesgo sea más elevado que en los países mediterráneos (Japón, Grecia, Italia y Yugoslavia), cuyo aporte de grasa es mayoritariamente en forma de ácidos grasos monoinsaturados y fundamentalmente a base de aceite de oliva.
En consecuencia, el tipo de alimentación puede actuar aumentando o disminuyendo el riesgo cardiometabólico. Por esto es que se recomienda seguir una alimentación sana, variada, equilibrada y moderada como la mejor manera de prevenir ciertas enfermedades. Para ello, se deberán controlar los alimentos hiperpalatables y seleccionar los alimentos cardioprotectores.
Para recordar:
3.1.- Control de Alimentos Hiperpalatables
La elección de los alimentos se basa en dos factores clave: la preferencia (palatabilidad) y el recuerdo (cómo nos hizo sentir cuando lo ingerimos). La palatabilidad influye en nuestro comportamiento alimentario y en nuestros hábitos alimenticios. Además, desempeña un papel importante en la regulación de la ingesta de alimentos.
La palatabilidad tiene un origen evolutivo. Incluso nuestros antepasados se apoyaban en el sabor para sobrevivir cuando la comida era escasa. Mientras que un sabor agradable nos incita a comer, la repulsión a un determinado sabor nos advierte de posibles nutrientes tóxicos y de alimentos que pueden ser inapropiados para nuestro sistema digestivo.
Un alimento hiperpalatable es aquel que combina ingredientes que inducen el sabor, con un alto contenido en calorías, grasas, azúcares y sal, pero que por lo general aportan poco en términos de saciedad o nutrición (x).
La hiperpalatabilidad de un producto no solo puede estar determinada por la combinación de ingredientes que forman parte de este, sino también por su procesamiento y el método de preparación al que es sometido. Así, por ejemplo, por más que se trate de verduras, si se encuentran preparadas con cremas, salsas y grasas también cumplen con los criterios de hiperpalatibidad.
Esta combinación de nutrientes en un mismo alimento puede activar el neurocircuito de recompensa cerebral, crear una experiencia altamente gratificante y condicionar que estos alimentos sean difíciles de dejar de comer, incluso cuando nos sentimos satisfechos.
El apetito y el deseo de consumir este tipo de alimentos son estimulados por medio de los sentidos y acompañados por una inhibición de los centros de saciedad, por tanto, conllevan a un consumo excesivo de los mismos, acompañado de grandes cargas glucémicas y energéticas y la adopción de comportamientos poco saludables.
Resulta importante poder estar al tanto de ciertas combinaciones de alimentos, mediante la lectura del etiquetado nutricional, para examinar si contienen múltiples ingredientes, y particularmente en niveles altos.
Siendo la obesidad, una enfermedad que se genera desde la infancia, y representando la población infantil uno de los principales grupos de riesgo, se deberán trabajar estrategias a largo plazo que reúnan a diferentes sectores y hacer hincapié en la prevención oportuna.
3.2.- Elección de Alimentos Cardioprotectores
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 80% de las muertes prematuras por enfermedades cardiovasculares se podrían prevenir siguiendo una alimentación saludable, haciendo actividad física regular y abandonando el hábito tabáquico.
Los principales factores de riesgo de estas enfermedades se vinculan al bajo consumo de frutas, verduras, leguminosas, granos (cereales) enteros, frutos secos, lácteos, ácidos grasos poliinsaturados, calcio y fibra. De igual forma, se relacionan con un elevado consumo de carnes rojas particularmente las procesadas, bebidas azucaradas, ácidos grasos trans y sodio (xi).
Se ha evidenciado una asociación inversa entre el consumo de frutas y verduras y la enfermedad cardiovascular, cáncer y mortalidad por todas las causas (xii). ). Este grupo de alimentos se destaca por contener vitaminas, minerales y diversos fitoquímicos antioxidantes, antiinflamatorios y antiagregantes plaquetarios, entre otros.
En los últimos años se ha descrito además el rol de antocianinas, especialmente abundantes en frutos rojos (como fruto del calafate y arándanos) y otros fitoquímicos en la prevención del neurodeterioro y patologías psiquiátricas, como trastornos depresivos y demencia (xiii).
La recomendación para el consumo de frutas y verduras de “5 al día” (idealmente dos porciones de verduras y tres frutas por día) ha sido adoptada por la mayor parte de los países y entidades de salud a nivel mundial.
Lo mismo sucede con las propiedades cardiosaludables de los frutos secos (nueces, almendras, avellanas, pistachos) que se han atribuido a diversos de sus componentes. Se trata de alimentos con un alto valor energético, puesto que contienen grandes cantidades de grasa, pero de buena calidad, ya que están constituidas en su mayor parte por ácidos grasos insaturados, alto aporte de omega-3, con efectos reductores de la colesterolemia cuando sustituyen a ácidos grasos saturados.El consumo medido y razonable de frutos secos, dentro de una alimentación saludable, comparado con dietas equivalentes sin frutos secos, seguramente contribuya al efecto cardioprotector (xiv).
Los pescados aportan los ácidos grasos de cadena muy larga (EPA y DHA), que reducen los triglicéridos, la presión sanguínea, las arritmias, la inflamación, la agregación plaquetaria y la disfunción endotelial, regulando la expresión génica.
El aceite de oliva ha sido durante siglos el alimento con mayor contenido en ácidos grasos monoinsaturados (ácido oleico); sin embargo, en los últimos años se han revalorizado aceites de semillas modificadas genéticamente con una composición grasa similar, como los de colza, soja y girasol.
Las leguminosas contribuyen a reducir el riesgo cardiovascular y de diabetes, por su alto contenido de fibra y su bajo índice glucémico, mejorando el perfil lipídico, el control glucémico y la presión arterial.
La fibra fermentable presente en este grupo de alimentos genera ácidos grasos de cadena corta por acción de la microbiota intestinal, reduciendo los niveles de colesterol y la síntesis de ácidos grasos. Además, la fibra aumenta la saciedad, reduce la densidad energética de la dieta, contribuye a reducir la presión sanguínea, mejora la sensibilidad a insulina y atenúa las respuestas inflamatorias mediadas por la microbiota intestinal.
En suma, consumir a diario una variedad equilibrada de alimentos permitirá darle al organismo una alimentación saludable y minimizar el riesgo de enfermedades crónicas, garantizando las necesidades nutricionales del individuo en cada una de sus etapas biológicas.
Recordar que la nutrición, como toda ciencia, está sujeta a modificaciones debido a la aparición de nuevas evidencias científicas, y las verdades de hoy pueden ser cuestionadas en un futuro. Así, en las últimas décadas se han llevado a cabo cambios de postura respecto de la consideración que merecen determinados alimentos (aceite de oliva, margarinas, pescados azules o grasos, cerdo, mariscos, café o chocolate) en el contexto de una alimentación saludable y en la mejora del riesgo cardiometabólico.